La forma como relación

Las formas culturales como redes dinámicas


Las formas culturales no son entidades fijas ni independientes; son relaciones vivas que conectan a las personas con su entorno, su historia y los sistemas de pensamiento de su tiempo. Desde un mural hasta un poema, cada expresión cultural organiza significados y genera conexiones simbólicas, sociales y emocionales que trascienden lo estético para incidir en lo político y lo espiritual.


En México, el siglo XX fue testigo de cómo las formas culturales se convirtieron en sistemas relacionales que articularon respuestas a los retos sociales y políticos de su tiempo. Este proceso fue impulsado por figuras que, desde distintas disciplinas, entendieron la cultura como un lenguaje capaz de conectar lo local con lo global, lo tradicional con lo contemporáneo.


La relación entre las formas culturales y los sistemas sociales también puede observarse en la obra de escritoras como Elena Garro. En novelas como Los recuerdos del porvenir (1963), Garro articula un sistema narrativo donde el tiempo, la memoria y la identidad operan como redes que conectan a los individuos con sus historias colectivas. Este enfoque no solo organiza significados; también articula relaciones entre las comunidades y los sistemas de poder que las moldean.


La Bauhaus y su influencia en México


La Bauhaus, fundada en 1919 por Walter Gropius, revolucionó el diseño, la arquitectura y las artes aplicadas al proponer una visión integradora que conectaba la funcionalidad con la estética. Este enfoque, que buscaba mejorar la vida cotidiana a través de las formas culturales, tuvo un impacto significativo en México durante el siglo XX, adaptándose a las tradiciones locales y generando nuevas dinámicas relacionales.

Clara Porset, una diseñadora cubana radicada en México, adoptó los principios de la Bauhaus para articular un diseño que conectara las tradiciones artesanales mexicanas con los ideales modernistas. Su obra no solo responde a necesidades funcionales; también organiza significados que reflejan las relaciones entre el pasado y el presente.


Por su parte, Luis Barragán llevó los ideales de la Bauhaus al ámbito espiritual, utilizando la luz, el color y los materiales locales para crear espacios que promovieran la introspección y la conexión emocional. En proyectos como la Casa Estudio Barragán, la arquitectura se convierte en un lenguaje que organiza las relaciones humanas, conectando al individuo con su entorno y con su memoria colectiva.


Mientras tanto, Juan O’Gorman adoptó un enfoque más político, utilizando la arquitectura para narrar las aspiraciones colectivas de una nación en reconstrucción. Su diseño de la Biblioteca Central de la UNAM fusiona la arquitectura modernista con el muralismo, generando un espacio que articula relaciones simbólicas entre la historia y el futuro de México.


Elena Garro y las narrativas relacionales


En la literatura mexicana, Elena Garro destaca por su capacidad para articular relaciones entre el tiempo, la memoria y la identidad en sus obras. En Los recuerdos del porvenir, Garro construye un espacio narrativo donde los eventos históricos y las emociones personales se entrelazan en una red de significados compartidos. Esta narrativa relacional conecta a los personajes con sus contextos sociales y políticos, mostrando cómo las formas culturales pueden operar como sistemas que organizan y transforman la realidad.


Garro, al igual que Clara Porset y Luis Barragán, entendía las formas culturales como vehículos que conectan lo individual con lo colectivo. En su obra, los recuerdos no son solo evocaciones personales; son actos culturales que articulan relaciones entre las comunidades y sus historias.


El papel de la gráfica popular en la acción cultural


La gráfica popular, al igual que la arquitectura y la literatura, desempeñó un papel central en la articulación de relaciones sociales en México durante el siglo XX. Mariana Yampolsky, Leopoldo Méndez y otros miembros del Taller de Gráfica Popular utilizaron el grabado y el cartel como herramientas para generar conexiones entre las comunidades y sus luchas sociales. Yampolsky, una grabadora y fotógrafa de origen estadounidense, integró elementos de las tradiciones indígenas en su obra para conectar las luchas campesinas con los valores culturales de México. Por su parte, Méndez entendía la gráfica como un lenguaje que no solo comunicaba mensajes políticos, sino que también organizaba relaciones entre los artistas, las comunidades y el contexto histórico de su tiempo.


Según el estructural funcionalismo de Talcott Parsons, las acciones humanas están orientadas por normas y valores que emergen de un sistema cultural más amplio. En este sentido, la gráfica popular no solo reflejó las tensiones de su época; también organizó significados y generó conexiones simbólicas que movilizaron a las comunidades en torno a ideales compartidos.


Relaciones culturales: formas y espiritualidad


La relación entre las formas culturales y las dinámicas sociales también puede observarse en la obra de arquitectos y diseñadores que buscaron construir una dimensión espiritual a través de su trabajo. Clara Porset combinó la funcionalidad del diseño moderno con la riqueza simbólica de las tradiciones mexicanas, creando objetos que promovían una conexión entre el usuario y su entorno.


Luis Barragán, al integrar elementos como el agua, la luz y los materiales naturales en sus diseños, transformó la arquitectura en un acto espiritual. Su trabajo refleja cómo las formas culturales pueden operar como sistemas relacionales que conectan a las personas con su entorno y con sus propias emociones.


El impacto del estructural funcionalismo en la cultura mexicana


El desarrollo de las formas culturales en México no puede entenderse sin considerar el impacto de las ciencias sociales en su conceptualización. Según Clifford Geertz, la cultura es un sistema de significados que organiza la vida social y conecta a las comunidades con sus contextos históricos.

Guillermo Bonfil Batalla, en México profundo (1987), subraya la importancia de reconocer y valorar las raíces indígenas como un componente esencial de la identidad cultural mexicana. Este enfoque relacional no solo organiza significados; también genera conexiones simbólicas que fortalecen el tejido social.

En este contexto, las formas culturales operan como sistemas organizadores que conectan historia, territorio y comunidad, articulando relaciones que trascienden lo inmediato para generar significados compartidos.



Anotaciones:


Las formas culturales, al ser relacionales, no solo reflejan las tensiones de su época; también organizan las relaciones humanas en sistemas que generan significados compartidos. Desde la arquitectura de Barragán y Porset hasta la literatura de Garro y la gráfica de Yampolsky, estas formas conectan historias, territorios y comunidades, articulando un lenguaje cultural que organiza y transforma el mundo.

En un contexto de inestabilidad económica y política, es fundamental reconocer el papel de las ciencias sociales y las humanidades en la construcción de estas formas. Sin una comprensión profunda de nuestra historia y nuestras raíces, las prácticas culturales corren el riesgo de convertirse en meras expresiones decorativas, desconectadas de las realidades que deberían articular.